Detrás del glamour: una moda con ética

Detrás del glamour: una moda con ética

Como en casi todas las industrias, en la moda hay luces y sombras. Sobre estas últimas, en general no se habla mucho. Incluso, hay algunas “sombras” que varios actores prefieren evitar abordar a toda costa. En esta columna vamos a hablar sobre la que nosotros consideramos una de las dos sombras principales de nuestra industria: la precariedad laboral (la otra el impacto ambiental).

A pesar de todos los avances tecnológicos que han experimentado los procesos productivos, la moda sigue estando basada en actividades fundamentalmente manuales y, en términos relativos, de menores competencias laborales. Lo anterior, junto con las presiones de bajos costos que impone el fast fashion, ha tenido como consecuencia en algunas partes del mundo en condiciones de trabajo de muy bajo estándar e incluso cayendo a veces en violación de derechos humanos.

En los países en donde tradicionalmente es manufacturada la ropa a nivel global (China, India, Malasia, Bangladesh, etc.), se han detectado fábricas textiles con instalaciones de alto riesgo, con ventilación deficiente, exposición a sustancias tóxicas y accidentes. 

También hay casos donde las jornadas de trabajo pueden alcanzar promedios de 14 a 16 horas diarias sumadas a sueldos que sólo cubren entre un 20% y un 50% de las necesidades para vivir.

Como si todo lo anterior no fuese lo suficientemente grave, ésta es una industria en extremo expuesta al trabajo infantil.

En Pippa creemos que la precariedad antes descrita no permite una posición intermedia. Para nosotros, una marca no puede ofrecer sus productos con una sonrisa si al mismo tiempo trabaja con proveedores que caen en algunas de estas inaceptables prácticas.

Existen acciones que las marcas podemos tomar para abordar el problema. En primer lugar, pagarle bien a tus proveedores. Esto suena simple y poco importante, pero hace posible que los proveedores puedan dar buenas condiciones a su gente. Segundo, muchas marcas envían inspectores y auditan las condiciones laborales y la infraestructura de las fábricas. Y tercero, pueden certificarse en el cumplimiento de estándares, como la norma SA8000 o la Fair Trade Certification.

En Pippa nos hemos hecho cargo de una manera desgastante, pero que nos deja conformes: viajamos regularmente a conocer, en persona, a nuestros proveedores extranjeros y visitamos las fábricas en las que se hacen nuestras prendas. Conversamos, vemos cómo trabajan in situ y entendemos a fondo las condiciones laborales de su gente. Conocer a los empresarios es clave porque podemos constatar que exista una ética común. 

Como resultado, terminamos trabajando sólo con empresas que ofrecen condiciones dignas y humanas, lo que en la práctica es sinónimo a proveedores que cobran más caro. Para nosotros, eso está perfecto.

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